La hora del personalismo


En política, es difícil tener un éxito estructural continuado, si no tenemos una idea que nos guíe, una idea que sea la síntesis de valores, principios, otras ideas e incluso emociones. Una idea que nos explica, que nos da sentido y nos define el camino. Una idea que nos bosqueja una visión de futuro, que alimenta nuestro sueño, que apalanca un propósito movilizador.

Jóvenes, cuando solemos tomar estas decisiones fundamentales y señalar una dirección y orientación de vida, el encuentro, por descubierta o por revelación, con este sueño, esta visión, esta idea es decisivo y determinante. Incluso cuando, a lo largo de las décadas, cambiamos o atenuamos algunos aspectos de nuestro pensamiento, es a este momento decisivo, inicial, que regresamos en tiempos de crisis, de contraste, de blanco y negro, de “por aquí o por allá”.

Solemos llamarlas ideologías, grandes sistemas de ideas políticas, económicas y sociales que interpretan la historia, el mundo, el hombre (y la mujer, por supuesto), la sociedad, la economía y trazan líneas de revolución o reforma, ordenadas a construir la realidad tal y como la antevén. Quizás podríamos decir que, en este sentido, también tenemos una ideología: también vemos el mundo de una manera determinada y también queremos que se desarrolle, progrese y mejore dentro del marco de esa manera que nos agrada.

Quiero proponer otro entendimiento. Desde muy joven, estudiante universitario, el personalismo –que también decimos humanismo personalista, personalismo cristiano, personalismo comunitario– ha ejercido una extraordinaria fascinación sobre mí. La simple palabra en sí misma me produjo este encanto irresistible, esta atracción de maravilla: ¡personalismo! En mi espíritu, se hizo eco en su simplicidad como mejor que el individualismo y la alternativa al socialismo. No es difícil para nadie intuir espontáneamente, de inmediato, que el personalismo es diferente del socialismo, otro camino alternativo; y, al mismo tiempo, abandonado que estaba el individualismo, un retorno al valor político y social de la individualidad del ser humano, pero ahora en nuestra integralidad como personas, individuos con función social, individuos de responsabilidad social. En esa época de mis 20 años, cuando el socialismo temprano me pareció un error teórico, el personalismo apareció como la respuesta. Un problema del socialismo es que tiene que ser pagado, lo que sus fieles olvidan frecuentemente. Y el problema de raíz es, de hecho, el socialismo ser un error teórico, y los errores teóricos nunca resultan en la práctica. El personalismo, por el contrario, tiene razón, porque emana y está enteramente destinado a la unidad fundamental: la persona humana, su dignidad, su libertad, su vida. Nada sin ella, nada en contra de ella.

Pero –y este es el otro punto que me gustaría hacer– el personalismo, que puede ser visto como una ideología, creo que en rigor no es, sino una doctrina. ¿Por qué distingo la ideología de la doctrina? Las ideologías a menudo se enamoran de sí mismas, se emborrachan y creen (o exhiben esta creencia) de poder producir el Hombre Nuevo, un Mundo Nuevo. Muchos se han embriagado hasta tal punto que, en caballada obsesiva, produjeran desastres brutales, violencia tremenda, terribles catástrofes humanas y sociales. Tenemos un ejemplo de esto hoy con el famoso “socialismo del siglo 21”. Confirma su vieja crónica: el socialismo del siglo 19 fracasó, el socialismo del siglo 20 fracasó y, con este siglo todavía al principio, el socialismo del siglo 21 ya está fallando ... Como saben, hay mucho peor que esto en las experiencias trágicas de la humanidad que los libros de historia no pueden ocultar.

La doctrina es otra cosa, como bien muestra el personalismo. El personalismo no quiere producir el Hombre Nuevo, ni un Nuevo Mundo. El personalismo conoce y cree en la humanidad, que busca hacer mejor. El personalismo, tributario de su raíz cristiana, cree y confía en la perfectibilidad de la persona humana, de cada uno de nosotros; cree y confía en la perfectibilidad de la sociedad, de todos nosotros; y nos invita, nos desafía a ello. Sabe que solo seremos mejores si queremos ser mejores; sabe que la sociedad y el mundo sólo serán mejores si los hacemos mejores. No somos otros, somos los mismos, pero mejores, y siempre buscando mejorar. Nuestra naturaleza humana siempre estará aquí, con nuestra capacidad para el bien y nuestra tentación al mal. Libera nos a malo.

El personalismo, aparte de la ideología, no es visto como una poción mágica que, aplicada, hace todo nuevo o como un mecanismo imaginario, que, puesto en movimiento, produce automáticamente ese nuevo mundo y altera la propria naturaleza humana. El personalismo busca comprender la naturaleza humana, no luchar contra ella; busca entenderla, ayudarla a mejorar. Respeta la naturaleza humana: es de ella que parte y es a ella que se destina. No hay nada más en la humanidad que no sea ella misma.

La doctrina es esto: no un menú para reordenar y reconstruir la realidad, sino una forma de conocer e interpretar a las personas, a la sociedad y al mundo tal y como son, que les invita, les desafía y ayuda a ser y crecer continuamente mejor. No hay otra manera que esta. Es el camino para caminar y avanzar; la mejor manera de capitalizar y mantener los avances realizados; la mejor manera para que cada generación actúe en su propio tiempo, manteniendo el bien que ha recibido y yendo más allá en este ejercicio de perfectibilidad, continuo y libre.

Hoy en día, los tiempos son muy desafiantes para el resurgimiento del personalismo. El tiempo tiene sed de respeto por la persona humana, hambre de que ocupe su lugar central en la vida de las comunidades. Me referiré sólo a algunas áreas en las que la palabra y la acción de los personalistas deben tomar la iniciativa.

Primero, la paz. Este debe ser el primer valor de la política internacional: garantizar la paz en el mundo, en todas sus regiones, entre todos los pueblos. A casi ochenta años de la creación de las Naciones Unidas, es escandaloso que este objetivo no esté aún más cerca y que sigan acumulándose situaciones de tensión y riesgo en diferentes áreas. Importa engrosar el discurso de la paz y hacer un inventario serio de las guerras combatidas desde 1945: comprender el por qué y el cómo de las guerras alimenta la capacidad de predecirlas y prevenirlas. No se trata de un pacifismo demagógico, que puede ser tan peligroso como el belicismo. Los Estados y sus alianzas internacionales no pueden renunciar a la responsabilidad militar de su defensa y seguridad. Pero se trata de vigilar por la constante distensión y por la lucha sistemática contra el terrorismo global, que constituye una enorme violencia y una terrible amenaza, hoy ciertamente entre las más grandes.

Acabamos de presenciar un momento inquietante en la vida internacional en Kabul. Hubo momentos en los que creí ver el fin de Occidente, por la salida de aquella manera de estadounidenses, aliados de la OTAN y socios de la Unión Europea, sin que se hubiera logrado nada sustancial después de 20 años de una misión con mandato inicial del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Seguridad. Un rotundo fracaso. El gobierno que Occidente apoyaba ha caído como en otoño, y se establece una nueva constelación donde emergen la Turquía, el Pakistán, la Rusia y la China en torno a un país muy inestable al que regresan los talibanes que albergaron el terrorismo mundial y tienen una larga crónica de derechos humanos, especialmente respecto a la mujer.

En segundo lugar, nos ocupamos de estos derechos humanos. Debemos tenerlos en la primera línea de discurso y en nuestra acción política. Debemos ser campeones de los derechos humanos: el derecho a la vida sin excepción, los derechos sociales básicos, la libertad de expresión y todas sus declinaciones, la libertad religiosa, las libertades políticas, el estado de derecho y sus garantías, los derechos de la familia y los padres, la libertad de educación. No seremos verdaderamente personalistas si no somos los primeros en este trabajo de afirmación de la persona humana y del servicio permanente y respeto a su dignidad e integridad.

Es también por los derechos humanos que podremos superar el terrorismo si queremos tener éxito. Es una tesis que tengo hace muchos años, cuando, en el Parlamento Europeo, propuse la resolución que en 2004 estableció el Día Europeo de la Memoria de las Víctimas del Terrorismo (11 de marzo) y también se haría eco más tarde, en 2017, por el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Terrorismo (21 de agosto).

Me pregunto cómo es posible que una realidad tan horrenda y abyecta como el terrorismo no esté completamente erradicada, después de tantos años de muchos miles de víctimas: muertos, heridos y estropeados. Hace apenas unos días, en Kabul, vimos ese ataque cobarde, traicionero y cruel contra personas comunes que querían huir. ¿Cómo es eso posible? ¡20 años después de las Torres Gemelas, 17 años después de Atocha! Nos emocionamos con unos pocos cientos de víctimas, y ya es bastante malo. Pero no sabemos la verdad, la gente no lo sabe: el número de muertos por terrorismo en el mundo es de más de 15.000 al año – en 2018, más de 30.000; en 2014, más de 40.000. No tenemos idea, el mundo no tiene ni idea. Por eso propuso la creación de esas fechas, que ya existen y están instituidas, pero no tienen la solemnidad, el eco y la repercusión que necesitan.

Mi tesis es que no podemos acabar con el terrorismo porque no lo hemos hecho realmente ilegítimo. Lo vemos sobre todo como un tema de seguridad, lo ponemos solo a nivel estatal y así alimentamos su politización. Hay campos en el terrorismo: terrorismo de “izquierda” o terrorismo de “derecha”, terrorismo islámico o anti islámico, terrorismo ”de ellos” y terrorismo ”de los nuestros”. Los terroristas no tienen gran dificultad no para esconderse, porque las sociedades no los han ilegitimado radicalmente y, en el espacio más profundo de sus secretos, algunos ven a estos bandidos crueles y sanguinarios como héroes que triunfarán en el Olimpo.

La única manera de hacer frente al terrorismo –además, por supuesto, del trabajo competente de la policía, la justicia, los servicios de inteligencia– es la tolerancia cero. Y esta línea solo puede emerger si nos centramos en las víctimas, honrándolas, así como su sufrimiento y sus familias. Necesitaríamos conocer, por ejemplo, la historia de las 44.000 víctimas del 2014: contando las historias de 100 víctimas cada día, no llegarían todos los días de un año para conocerlas a todas, tamaña es la dimensión del horror que estamos tratando. Es este cambio personalista de nuestro enfoque lo que algún día podrá poner fin a la pesadilla y al flagelo del terrorismo: ¡nunca más! Es a través del conocimiento y la compasión, es por la solidaridad y el compartir, es por el duelo en común y por lacomunión, es por la humanidad que podremos vencer a la bestia.

¿Por qué? Porque lo que más importa es la seguridad de las personas, no tanto el Estado. En aquellos últimos días en Kabul, cuando el terrorismo mató a cien personas más cuya seguridad los soldados estadounidenses ya no podían garantizar (y algunos soldados también fueron cobardemente asesinados), la seguridad golpeada fue la de esas personas concretas, más la de los cientos que resultaron heridos, más la de los miles que huyeron aterrorizados. Fueron los derechos humanos de estas personas los que fueron torpedeados y aplastados. Esto es lo que tenemos que destacar para aislar y secar el terrorismo. Tolerancia cero.

Otro tema al que debemos prestar especial atención es la persecución de los cristianos del mundo. Nuestro trabajo como personalistas de inspiración cristiana es ser conscientes de lo que está sucediendo en el mundo e informar a nuestras sociedades y nuestros países, y también ver a nuestros parlamentos y nuestros gobiernos poner este tema en el primer plano de la agenda, tanto en el debate político como en la acción política internacional.

La Fundación AIS (Ayuda a la Iglesia Necesitada) ya publica, cada dos años, un Informe sobre la Libertad Religiosa en el mundo, que está muy bien hecho –aquí, nos dieron el más reciente. No podemos quejarnos de falta de información. Lo que falta es que los políticos salgan adelante y, en sus países, sean la voz incansable de estas víctimas silenciadas. A veces muchos no hacen nada debido a los prejuicios anticristianos –es necesario exponerlos. Otras veces los Estados no actúan gracias al oportunismo de los intereses económicos, no puede serlo. Las personas son lo primero, los derechos humanos fundamentales no pueden ser pisoteados.

Hay otras persecuciones, donde nosotros también estaremos, pero la persecución de los cristianos en el mundo debe salir del silencio y del olvido político y social. Los cristianos perseguidos sufren dos veces: por la violencia y por el apagón. Es muy impresionante, cuando vemos toda la película desde hace 2.000 años, darnos cuenta de que, al final, lejos de lo que yo pensaba de niño, los cristianos nunca han salido de las catacumbas: en cada siglo, siempre hay alguien en algún lugar que los empuja hacia atrás y, a veces, también de regreso al circo romano de los leones. Debemos estar en el primer lugar en la narrativa de la verdad de los días de hoy y en la demanda de protección y solidaridad con estos hermanos nuestros.

Hay otros temas onde es cada vez más importante que el personalismo marque la agenda. Una economía humana, con afirmación y respeto intransigente a la iniciativa privada, pero garantizando la verdad en su funcionamiento, erradicando la corrupción, ejerciendo con exigencia su responsabilidad social. La frase del Papa Francisco “esta economía mata” no es tanto una acusación, sino un llamado: estamos llamados a cambiar eso. Queremos una economía de bien común, que sirva a todos, crecimiento económico y distribución justa. Tenemos –una tarea para toda una generación– de reformar y poner en orden el sistema financiero internacional, que no puede ser la guarida de toda corrupción, el tesoro de la injusticia y la peor criminalidad, un agujero donde miles de millones y billones de dólares y euros desviados de las naciones están escondidos y a menudo una fuente de inestabilidad y no de seguridad y confianza de la gente común.

Debemos reducir la pobreza con determinación, un escándalo que continúa en este brillante siglo en el que los millonarios ya compiten por los viajes espaciales privados. En Portugal, casi el 20% de la población está en la pobreza –no es aceptable. En Europa y las Américas, debemos hacer un esfuerzo mucho mayor en esta área y tomarnos más en serio al resto del mundo, donde a menudo vemos imágenes terribles en África y algunas partes de Asia. Necesitamos llamar a los gobiernos de estos países a la responsabilidad social y reevaluar los modelos y los programas de ayuda internacional. La lucha contra la pobreza debe ser una prioridad nacional e internacional para los personalistas. En línea con una tradición milenaria de solidarismo y servicio social cercano, los personalistas tienen que asumir el liderazgo de esta área fundamental del progreso humano: no puede haber un solo dominio específico o un segmento de políticas sociales en el que no estemos presentes para actuar e impulsar.

La familia tiene que ocupar un lugar importante en las políticas públicas, como marco que es en la estructura de la vida de la gran mayoría de las personas. La familia es una gran aliada del progreso y el bienestar. Estrictamente hablando, es su fuente original, porque ahí es donde estamos y de ahí viene todo. Cuando mejores son y están las familias, menor es la dependencia de la gente del Estado y más el Estado puede enfocarse en otras necesidades.

También es importante defender a la familia de los ataques que se le hacen y de la disrupción causada por la ideología de género. Los personalistas conocemos y reconocemos la dualidad del sexo y del género hombre/mujer, que es la estructura misma de la humanidad. No es una opinión o convicción. Es un hallazgo, ni siquiera especialmente científico, más bien simplemente empírico y evidente: no hay nada más que hombre y mujer.

Creo que, en unas décadas, cuando pase el viento y se asiente el polvo, la gente se preguntará cómo fue posible que, en estos años que son los nuestros hoy día, tantos disputen esta realidad evidente y cultiven fantasías en grotesco negacionismo. Recuerdan a los “terraplanistas”, que insisten – y quieren enseñar – que la Tierra es plana. También hacen parte del imperio de las fake news, las noticias falsas.

Somos una de las especies animales que se reproducen por macho y hembra. Es lo que somos: hombre y mujer. Esto es lo que constituye nuestra propia humanidad, las personas que somos, la dignidad a la que tenemos derecho, la integridad de cada uno y cada una, de aquellos de quienes venimos (nuestros padres y abuelos) y aquellos donde continuamos (nuestros hijos e hijas, nuestros nietos y nietas). Es esta familia humana la que seguiremos construyendo, multiplicando y defendiendo. Cada vez que nos encontramos con una mujer joven, amiga o hija de amigos, a la que no hemos visto en mucho tiempo, y notamos que está embarazada, le haremos la misma pregunta que, después de felicitarla, todos siempre nos hacemos: “¡Que bueno, María! ¿Y ya sabe? ¿Es niño o niña?” ¿Es niño o niña? ¿Es niño o niña? Todos sabemos desde siempre, desde el principio, que no hay nada más que hombre y mujer. Es de la verdad que los personalistas siempre seremos testigos.

Anteayer por la noche, cuando estaba preparando notas para esta participación, recibí una alerta en Facebook, de una página de São Luiz Teatro Municipal, un antiguo teatro de Lisboa, comprado en 1970 por el Ayuntamiento de Lisboa. ¿Qué anunciaba? Esto:


“Estamos a 15 días del estreno de PADRES E HIJOS.

El espectáculo de Pedro Penim, del clásico de la literatura rusa escrito en 1862 por Ivan Turgueniev, que da título al espectáculo, y bajo la influencia de Full Surrogacy Now: Feminism Against Family, publicado en 2019 por Sophie Lewis, feminista comprometida con la ecología cyborg y el comunismo queer, combina la fuerza literaria de una de las novelas más célebres de la literatura mundial con la primera línea del debate social contemporáneo sobre un tema espinoso, revitalizado por el activismo revolucionario queer: la abolición de la familia.

Promete.”



¿Qué es esto? ¿Qué es esto? Es una de las muchas cosas como esta que suceden en estos días. ¿Qué es la ecologia Cyborg? ¿Qué es el comunismo queer? ¿Qué relevancia tienen? ¿Por qué, en el teatro de la ciudad de Lisboa, fomentar la representación de “un tema espinoso, revitalizado por el activismo revolucionario queer: la abolición de la familia”? ¿Hemos perdido la capacidad de indignarnos? ¿Cuándo ya tenemos el cuchillo en nuestro cuello, somos capaces, o no, de activar la responsabilidad por la verdad?

No es nuestra agenda. Pero tendremos que ocuparnos de estas cuestiones, porque nuestros ciudadanos, confundidos e inquietos, nos lo piden, por ellos y por sus hijos. Y, mirándolo bien, la verdad es siempre nuestra agenda.

Quiero terminar. Y termino, llamando la atención sobre lo siguiente:

Los personalistas tienen que ocuparse de estos y otros temas, en los que la persona humana y su bien están en el centro. Son muchos trabajos políticos y algunas luchas, tanto en temas que son de nuestra elección y que son propiamente nuestra agenda, como en temas que son la agenda de otros, pero que nos desafían y constituyen nuestra agenda refleja, porque no podemos pretender que no ocurran, abandonando a nuestros ciudadanos inquietos.

Pero, además de estas luchas, lo que realmente tenemos que hacer todos los días es cuidar muy bien a nuestros ciudadanos, en los parlamentos y gobiernos, en las comunidades regionales y locales. Los personalistas tienen que ser conocidos por esto: no solo hablan de la persona humana en sus discursos, sino que realmente cuidan a las personas, en el barrio, en el municipio, en la sociedad y en el país, atentos a sus problemas y necesidades, preocupados por su bienestar, interesados en todo lo que importa al universo personal de las familias. Esto y, por supuesto, ser honesto. Un político personalista debe ser conocido por esto: luchador cuando sea necesario, servidor siempre. Y honesto, verdadero, disponible.

Así, los personalistas también estaremos devolviendo prestigio, crédito y respetabilidad a la política. ¡Y como la necesita!



José Ribeiro e Castro
Ex-líder do CDS, advogado

II Encontro Internacional de Políticos Católicos
Universidad San Pablo CEU, Madrid
4 de Setembro de 2021

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